viernes, 24 de agosto de 2012

Adiós Fido, Adiós - texto de Joaquín Acuña de 2 BGe

Expansión de un fragmento por medio de inserción en cualquier punto. Fuente : “Fido no pertenencía a una raza definida, pero era un animal disciplinado, consciente, que por lo general aplazaba sus necesidades hasta el mediodía, hora en que lo sacaban  a la vereda a efectuar su revista de árboles…”


ADIÓS FIDO, ADIÓS.
Aún no sé como pudo haber pasado, mi perro, mi buen perro, el que yo cuido y dudo que vuelva. Su nombre era Fido. Fido no pertenecía a una raza definida, ya quer era como un gran danés de pequeño tamaño, tanto como un caniche pero con la ira de un bóxer, pero era un animal disciplinado, consciente de sus acciones, muy activo, pero que por lo general aplazaba sus necesidades hasta el mediodía. Ahora son las tres de la tarde, a tres días de que se fue, tres pm, como olvidar esta hora, hora en que lo sacaban mis hermanos o primos a la vereda plateada con baldosas rojizas con formas triangulares; para efectuar su revista de árboles, era raro ya que necesitaba cierta privacidad. Lo único que espero de él es que esté donde esté siga viviendo al mejor estilo canino. Si es que encuentra otro dueño espero que lo traten tan bien o mejor que yo.

jueves, 16 de agosto de 2012

Romeo y Julieta (Fragmento) William Shakespeare




ROMEO
Se ríe de las heridas quien no las ha sufrido.
Pero, alto. ¿Qué luz alumbra esa ventana?
Es el oriente, y Julieta, el sol.
Sal, bello sol, y mata a la luna envidiosa,
que está enferma y pálida de pena
porque tú, que la sirves, eres más hermoso.
Si es tan envidiosa, no seas su sirviente.
Su ropa de vestal es de un verde apagado
que sólo llevan los bobos ¡Tírala!

(Entra JULIETA arriba, en el balcón]
¡Ah, es mi dama, es mi amor!
¡Ojalá lo supiera!
Mueve los labios, mas no habla. No importa:
hablan sus ojos; voy a responderles.
¡Qué presuntuoso! No me habla a mí.
Dos de las estrellas más hermosas del cielo
tenían que ausentarse y han rogado a sus ojos
que brillen en su puesto hasta que vuelvan.
¿Y si ojos se cambiasen con estrellas?
El fulgor de su mejilla les haría avergonzarse,
como la luz del día a una lámpara; y sus ojos
lucirían en el cielo tan brillantes
que, al no haber noche, cantarían las aves.
¡Ved cómo apoya la mejilla en la mano!
¡Ah, quién fuera el guante de esa mano
por tocarle la mejilla!